A los largo de los años 70 y 80, en Europa, Japón y en el Medio Oriente, movimientos de extrema izquierda se alzan motivados por una revolución a escala mundial, deseosos de liberar los pueblos oprimidos por sus opresores. Combatientes de la libertad para algunos, terroristas para otros. Entre ellos, el más determinado y violento. Un tal Ilich Ramirez Sanchez, llamado Carlos.
En vez de dirigir un biopic, yendo desde su juventud en Venezuela a su juicio, Olivo Assayas, el productor Daniel Leconte y el guionista Dan Fanck optan por una acción situada entre 1974 y 94.
Veinte años de ascensión, gloria y decadencia de Carlos. Del intento de asesinato de un hombre de negocios en Londres a proyectos que fomenta desde donde se refugia hasta ser víctima de la desaparición de sus socios el día siguiente de la Caída del Muro de Berlín. El asesinato del militante libanés que lo traicionó, la toma de rehenes de los ministros del petróleo de la OPEP, sus misiones siendo mercenario para Iraq y Siria, sus chanchullos con la Stasi de Alemania Oriental …
Olivo Assayas no se inventa nada, no añade nada que no corresponda a la realidad. Fantástico, novelesco … Probablemente, ya que la historia se desplaza constantemente de un país a otro, por sus acontecimientos políticos.
A parte de un montaje minuciosamente cuidado y de una reconstrucción histórica bastante conseguida, Olivo Assayes se deja totalmente llevar por el personaje de Carlos. Lo muestra tal y como debió ser su vida durante esos años, egocéntrico, inteligente, frío y meticuloso. Pero sin olvidar lo que ante todo fue, un asesino y su manera der verlo todo. «El fin justifica los medios», frase que podemos ver con claridad a lo largo de toda la película.
visordespierto 